Uno de los más grandes espectáculos a los que he concurrido en materia de automovilismo, fue sin dudas, una noche de verano de hace dos años cuando pude asistir a una competencia de aceleración de dragsters en EEUU. Si en fotos tales carreras resultan impresionantes, en persona los son aún más, pero no menos que enterarse de algunas curiosidades que rodean a esta especialidad.
Se calcula que la potencia total de un dragster de las clases más altas y de vehículos de primera línea es de la friolera de más de 6.000 caballos funcionando con nitrometano.
La mezcla de combustible es tan densa que se comprime en el cilindro en forma casi sólida, aún con unos 3.000 cm3 de aire que se agrega a la mezcla.
Cada bujía recibe unos 44 amperes para explosionar la mezcla, equivalente a lo que produce una soldadora de arco. Al mismo tiempo, se ha medido una temperatura en la cámara de combustión de 7050 grados Fahrenheit, unos 3900 grados Celsius. Los electrodos de las bujías son totalmente consumidos después de cada carrera.
La fuerza G que recibe el piloto se aproxima a los 8G para alcanzar los 320 km/h a los 200 mts. Sumado a la brutal desaceleración en cuanto se cruza la línea de llegada, mediante dos y hasta tres paracaídas, todas estas fuerzas muchas veces causan daños físicos a los pilotos. Se ha sabido de algunos que tuvieron que retirarse de las competencias por desprendimientos de retina.
Un motor de dragster de unas 500 pulgadas cúbicas, consume unos 6 litros de combustible por segundo a unas 9.500 RPM, lo mismo que una tubina de Boeing 747.
Un dragster alcanzará los 480 km/h antes de que termines de leer esta frase.
Vía: Extreme Sports