En julio de 2010, el Bugatti Veyron Super Sport logró el récord Guinness de velocidad, refiriéndose a modelos de producción en serie. El Veyron SS se fabricó en una tirada de 30 unidades, pero por motivos de seguridad, todos salieron con un limitador para no superar los 415 km/h y proteger los neumáticos.
Pues bien, el coche utilizado para la homologación del récord llevaba el limitador desactivado. Eso le permitió alcanzar la friolera de 431 km/h. Como la organización exige que el coche sea idéntico a los demás, el récord ha sido invalidado y el título vuelve al SSC Ultimate Aero TT (412 km/h).
Recientemente os contamos que el Hennessey Venom GT es el más rápido del mundo (427,6 km/h). Para que Guinness lo admita, deben hacerse dos tandas y obtener la velocidad media en ambas. Esta organización no le concede sus récords a cualquiera, todo está auditado para evitar fraudes. Bugatti se la coló y ahora, pierde el título.
Al fabricante no le importa mucho perder el galardón, porque no es un simple coche para aplastar récords. Es la combinación del lujo y las prestaciones más salvajes en un modelo de producción. Por méritos propios se ha forjado un sitio en los libros de Historia del automóvil. Con o sin Guinness.
Lo gracioso es que, incluso con limitador, habrían batido al Aero TT, ya que 3 km/h siguen siendo más. Si Hennessey repite su gesta de 427,6 km/h con el Venom GT, al Aero TT le va a durar poco el galardón en sus manos.
Bugatti tampoco ha dicho la última palabra. No solo es que pedirán explicaciones a la organización, es que tienen potencial tecnológico para superar la marca “incorrecta” de 431 km/h. La pregunta que debemos hacernos es qué sentido tiene esta lucha, ¿en qué carretera pública se puede alcanzar ese ritmo?
11 de abril de 2013
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