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15 de septiembre de 2009

ASA 250 TR: esto no es una Ferrari

El 9 de mayo pasado, durante la subasta “Leggenda e Passione” que se realizó en Maranello, una 250 Testa Rossa de 1957, de color negro, se vendió por 8,2 millones de euros, convirtiéndose en la Ferrari más cara de la historia en ser rematada. Cuatro meses después, de los talleres de Néstor Salerno en Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, salió el flamante ASA 250 TR. Es necesario aclararlo: esto no es una Ferrari.

Salerno es uno de los constructores de réplicas artesanales más famosos de la Argentina. Sus obras se exhiben en el Museo Juan Manuel Fangio de Balcarce y en el Museo del Automóvil Club Argentino de Palermo, para reemplazar a autos originales que se perdieron o que se encuentran en otros lados.

En febrero del 2008, Salerno recibió el encargo de un coleccionista europeo para construir dos autos. El primero es el que se ve en estas fotos. El ASA 250 TR es un biplaza con líneas inconfundibles, carrocería de aluminio y motor Ferrari original (V12 de 3 litros, proveniente de una 250 GT de la que sólo servía la mecánica). Por estas horas está abandonando nuestro país. El segundo encargo se terminará antes de fin de año y ya tiene nombre: ASA 250 GTO.

El nivel de cuidado en los detalles de terminación del ASA 250 TR es asombroso. El día de la producción fotográfica –viernes 4 de septiembre- tan sólo le faltaba la tapa de la fusiblera, del lado del acompañante. La combinación de carrocería negra con interior rojo es poco común, pero así lo exigió el cliente por razones obvias.

Argentina Auto Blog fue invitado a presenciar el momento en que Salerno en persona salió a manejar el auto terminado por primera vez. Y el hombre volvió con una sonrisa de mejilla a mejilla: “¡Qué bien que anda! Después de tantos meses de trabajo, hay autos que al verlos terminados y manejarlos, como que no me dan ganas de entregarlos. Mi sueño es retirarme algún día regalándome un auto para mí mismo”.

A pesar de que el gobierno de Néstor Kirchner derogó la normativa que permitía patentar vehículos Armados Fuera de Fábrica (AAF), en la Argentina aún sobreviven algunos artesanos que lograron continuar su actividad gracias a los encargos provenientes de otros países. En el exterior sí es posible patentar y manejar por las calles estas obras artesanales que en nuestro país están prohibidas.

“A pesar de las trabas, hoy tengo 76 años y la pasión sigue intacta”, cuenta Salerno. “Todo esto nació cuando yo era muy chico y pasaba los veranos en Mar del Plata. Era la época cuando se corría en el circuito callejero. Recuerdo los amaneceres, cuando me despertaba el ruido de los motores de Fangio, Luigi Villoresi y Alberto Ascari ensayando en la rambla. Agarraba la bicicleta, me iba hasta el murallón y me quedaba viendo pasar esos autos, respirando el perfume de la mezcla de los motores y viendo cómo salía el sol sobre el mar”.

Aunque tiene colegas de mucho renombre como Leónidas Anadón (PurSang), Rodolfo Iriarte y Osvaldo Bessia, Salerno es uno de los pioneros de este arte y les gana a todos los demás en un aspecto crucial: como piloto profesional, llegó a manejar y a correr casi todos los deportivos originales que hoy recrea.

“Aunque muchos de mis queridos colegas están muy avanzados en las técnicas de producción y comercialización, yo soy el único que puedo asegurar si la réplica de una Maserati 300, un Lancia D24 o un Alfa Romeo 3000 CM están bien construidas. Yo puedo decir con certeza si doblan, aceleran y frenan como las originales. Para mí esto es algo fácil y natural: es como si Pedro Picapiedras pusiera una fábrica de dinosaurios”, se ríe.

Entre 1956 y 1966, Salerno fue un exitoso piloto de autos Sport que compitió en 58 carreras y triunfó en 16. Su asombroso coeficiente de eficiencia es del 30%, algo que puede ser la envidia de más de un campeón del mundo.

Sin embargo, su carrera favorita fue una en la que finalizó en el puesto undécimo: los 1.000 Kilómetros de Buenos Aires de 1957, donde corrió con una Ferrari 212. Ahí compartió la grilla de largada con Juan Manuel Fangio, Phil Hill, Mike Hawthorn, Stirling Moss y Alejandro De Tomaso, entre otros: “Segundos antes de la largada, miré para todos lados y me rodeaban los mejores pilotos de Fórmula 1 de esa época”, recuerda hoy con una emoción comprensible.

Al retirarse, Salerno empezó a restaurar los autos del empresario argentino y ex piloto de Fórmula 1 Clemar Bucci. Cumplió con otros encargos particulares y se animó con alguna réplica, hasta que en 1985 compró la compañía Lotus Argentina, licenciataria local del fabricante británico de autos deportivos. Así nació ASA: Automóvil Sport Argentino.

Los Lotus Seven de Salerno, conocidos como Serie 2000 y Serie 3000, lo hicieron famoso en el ambiente de los coleccionistas y amantes de los deportivos pura sangre. También desarrolló la matricería y fabricó réplicas de las Maserati 300 y Monofaro.

“Si la normativa AAF no hubiera sido derogada, hoy podría estar fabricando entre dos y tres autos por mes. No pasa una semana sin que alguien me llame para ver si le puedo armar un Lotus, pero todos se desaniman cuando se enteran de que ya no se pueden patentar”, se lamenta.

Con una estructura mínima de personal e interviniendo en todos los detalles del proceso de producción, Salerno ahora se conforma con producir de tres a cuatro autos por año.

Su taller es pequeño, pero para él trabajan los mejores carroceros, motoristas y tapiceros del país. “Enzo Ferrari decía que una fábrica se hace primero con los hombres, después con las máquinas y recién después con las paredes”, justifica al mostrar sus ,modestas instalaciones frente al ex aeródromo de Don Torcuato.

Los pedidos llegan de todas partes del mundo y las condiciones no siempre son iguales. “A veces me encargan un auto del que no tengo más que una foto, entonces tengo que ocuparme de toda la arqueología previa al proyecto: conseguir planos, libros manuales, más imágenes… Otras veces, el encargo es más puntual, como ocurrió con la 250 TR, donde el cliente envió un chasis a medio armar -estaba todo mal hecho, tuve que empezar de nuevo- y también envió la Ferrari 250 GT que donó el motor, la caja de velocidades, el diferencial y el tren delantero”.

Cuando se le pregunta si no le da pena destruir un auto original para armar una réplica, Salerno se excusa: “Los autos, si no se cuidan bien, se arruinan y no sirven más. Una Ferrari con un mal dueño se pica igual que un Fiat 600”.



Via: argentinaautoblog.blogspot.com

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