Desgraciadamente de esto se un rato: Te propones un proyecto de un coche maravilloso, le pones un precio competitivo, unas prestaciones magníficas, y asombras al comité de tu compañía. Te dan el OK, pues el producto tiene un potencial excelente, pero luego las cosas empiezan a torcerse.
Te metes en el departamento de ingeniería para pasar del dicho al hecho, y aquello que debía costar 10 acaba costando 30, porque resulta que el estándard de emisiones ha sido modificado por el gobernante de turno. Al mismo tiempo, el peso se incrementa porque hay que equipar no sé qué nuevo gadget multimedia... Y así te acabas encontrando con un producto más caro y menos eficiente, lo cual daña al mismo tiempo el potencial de mercado.
Podrías pensar que eso sólo nos pasa a los que hemos trabajado en pequeñas ingenierías, pero es que los grandes fabricantes también meten la pata en este sentido, y claro, sus fallos suelen acarrear consecuencias mayores si cabe. El ejemplo lo tienes con Toyota y su maravilloso proyecto de FT-86, el Toyota más esperado por los petrolhead en décadas.
21 de abril de 2010
Toyota modifica sus planes para el FT-86 y nos deprime un poco
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